domingo, 12 de diciembre de 2010
Una de cal y otra de barrizal
¿De quién fue la idea de exponer mis escritos a la masa ingente de pensantes con tiempo libre?. No habían entendido nada de nada, se habían limitado a MIRAR, tan solo uno de los críticos vislumbró que historia era real, mezclada con sueños. Esa idea descabellada de exponer mi historia por fin tuvo éxito, lo mejor de todo es que había sido en mi ausencia, y sin mi conocimiento, un regalo, según mi hijo.
Encima de la mesita había unos cuantos periódicos y revistas abiertos por páginas que tenían subrayadas algunas líneas, me tendí en la cama y leí con un sólo ojo, el otro no podía abrirlo.
"Relato disparatado, a medio camino entre lo iniciático y lo negro, que juega a rebasar las fronteras genéricas y a inventarse un universo descabellado".
"Desde el desconcertante título, esta novela evidencia que estamos en presencia de un texto
lleno de imaginación y atrevimiento que describe un universo disparatado".
"La fantasía de la escritora se centra en la disposición de los materiales que constituyen el relato, en la manera de organizar el tiempo, el espacio, la revelación y la ocultación de los datos, las entradas y las salidas de los personajes".
" Un libro magnífico, en efecto, uno de los mejores que he leído en mucho tiempo y merecería tener innumerables lectores, en esta época en que se ha puesto de moda la literatura ligera y la literatura seria, la autora se atreve a encarar una historia real, no tiene nada de aburrida, y, al contrario, es muy capaz de encandilar a sus lectores".
Esta última crítica me hizo sonreir, dejé los periódicos, volví a mirar mi libro y me quedé dormida.
sábado, 11 de diciembre de 2010
Moratones por doquier
El semáforo se puso en rojo y me paré pegada a los coches, mala costumbre, debería haber retrocedido más, pero tarde, cuando volaba por los aires mi mente tuvo tiempo de ver el Nissan rojo que se ajejaba después de haberme atropellado, mi cabeza reboto en el asfalto y oí el ruido sordo al chocar.
Desperté en el hospital, mi hijo con cara de susto estaba a mi lado.
- ¡Mamá! ¡mamá!
- Hola querido, no han podido conmigo ¿eh?
- Muy graciosa, estoy harto de todo esto, no quiero más sustos
- Reconocí el coche
- ¿Quién era?
- He dicho que reconocí el coche, no al conductor.
- Un Nissan rojo
- Muy graciosa
- Algo es algo
- Bueno no debes estar muy mal cuando tienes ganas de broma
- has llamado a la policía
- Llamaron desde el hospital, el inspector Arribas estuvo aquí hace dos días
- ¿Dos dís?, ¿cuanto tiempo llevo aquí?
- Tres días, y no sabían a qué atenerse, hasta para esto eres imprevisible.
- Estoy cansada y me duele todo
- Llamaré a la enfermera, tendrán que ponerte calmantes.
Cuando mi hijo despareció de la habitación, me incorporé, arrastré todos los aparatos a los que me tenían conectada, más lo que supuse sería suero y me acerqué al cuarto de baño. ¡Dios mio! que estado más lamentable, tenía la cara hinchada, los ojos prácticamente cerrados, el labio inferior cortado y me habían puesto puntos de sutura; y al hechar un vistazo al resto, moratones por doquier.
martes, 10 de noviembre de 2009
Detectives privados
De repente al contemplar mi imagen en el espejo tomé impulso y me dejé de reproches huecos, sin sentido y pensé en el día ansiado de dejar de malgastar sangre, el día de confiar, de sentir y guardar... de vivir y de amar, ya no quería pensar más. Sin salir de la habitación hablé por teléfono con Enrique para pedirle ayuda como profesional, que le quería contratar como detective porque mi vida se había convertido en un caos, ¡otra vez más!.
Enrique me dijo que me ayudaría, que contara con el y me recordó mi carácter luchador, - no quiero ver esos brazos caídos de mujer derrotada -.
A medida que transcurría mi conversación telefónica con Enrique mi ánimo empezó a dispararse, siempre era igual arriba y abajo, esa persistente bipolaridad que me había perseguido desde pequeña hacía de nuevo su aparición. Me recomendó que saliera del hotel lo antes posible porque la policía (el tal Guillermo) acudiría a buscarme al no dar señales de vida.
Recogí todas mis cosas y salí del hotel sin mirar atrás, tenía que enfrentarme a lo conocido y a lo desconocido, a lo que aconteció y a lo que acontecerá, pero no tiraría la toalla, estaba dispuesta a todo para defenderme y ahora más, ¡contaba con ayuda!.
domingo, 25 de octubre de 2009
De regreso a la ciudad
Después de más de dos horas conduciendo vi un puesto de esos de carretera en los que hay una gasolinera y un restaurante, aparqué el coche y rebobiné en mi mente, no tenía dinero, ni tarjetas, ni nada de nada más que la ropa que llevaba puesta, ni siquiera tenía ropa de abrigo.
El frío del exterior me obligó a entrar de nuevo en el coche, cogí el abrigo que había en el asiento de detrás, debía tener un aspecto lamentable, el pelo enmarañado, ojeras con un color indescriptible que acentuaban más si cabe el agotamiento de mi cara, y ahora un abrigo en el que podrían meterse una familia de Selenes. Miré en los bolsillos interiores del abrigo y cogí la cartera del inspector, tenía 70 euros y algunas monedas, era más que suficiente para tomar un buen desayuno.
En el interior del restaurante de carretera apenas había más que los dos camareros y otros dos hombres tomando café, supuse que eran los ocupantes del camión que estaba aparcado fuera. Me senté en una mesa, y pedí un buen desayuno . El camarero que me atendió no disimuló su extrañeza, se preguntaba qué demonios hacía una mujer con aquel aspecto (o con cualquier otro seguramente), a aquellas horas de la madrugada en un restaurante de carretera, se dirigió a mi ...
... Buenos días, son unas horas extrañas para que una mujer ande sola por estos 'lares'. Si tiene problemas podemos llamar a la policía.
Debió pensar que estaba huyendo de malos tratos o algo así. Le agradecí el interés y le informé que iba a llamar teléfono, no quise dar más explicaciones, no tenía ni ganas ni fuerzas.
Hablé con un tal Guillermo Alce, de la misma comisaría que el inspector Arribas, estaba al tanto de todo lo que había ocurrido hasta la noche anterior, pero no sabían nada del inspector en las últimas horas y necesitaban mi declaración. El camarero les dio santo y señas del lugar para que pudieran venir a buscarme.
De vuelta a Madrid, no me permitieron pasar por mi casa ni para cambiarme de ropa. A las dos de la tarde aún estaba en la comisaría hablando con unos y otros, repitiendo una y otra vez lo sucedido. Por fin se apiadaron de mi y me dejaron hablar con mi familia antes de registrarme en un hotel con nombre falso, no era más que la sombra de alguien que un día fue y que lo único que quería era volver a SER.
Cuando me desperté, la habitación estaba a oscuras, encendí la lámpara de la mesita de noche para poder ver la hora, eran las seis y veinte, o habían transcurrido apenas dos horas desde que me acosté o catorce, evidentemente la segunda opción era la acertada. Estaba tumbada encima de la cama con la ropa que había llegado, incluso con las zapatillas de deporte, y lo mejor de todo, no recordaba haberme tumbado de esa guisa. El cansancio me venció, no había comido nada desde el desayuno del día anterior, no me había duchado, vamos que le di a mi cuerpo lo que quería ¡muchas horas de sueño!.
El teléfono móvil había sonado tres veces y ni siquiera me enteré, estaba claro que el agotamiento había vencido a la poca voluntad que me quedaba el día anterior.
Recorrí la habitación en busca de alguna nota que me indicase qué hacer y la encontré encima del escritorio.
Selene, llame a la comisaría cuando se recupere.
Gillermo Alce
PD: Puede pedir lo que quiera al servicio de habitaciones, y tiene ropa limpia en el armario.
sábado, 25 de julio de 2009
Camino de Santiago
Otras veces pensaba que sí hubiera desaparecido cuando me quedé tirada en el Camino presa de aquel maldito cólico al riñón, ya nadie me lloraría, ya nadie pensaría en mi, sólo sería un bonito recuerdo del pasado en el mejor de los casos, otras veces me daba por quererme y pensar que mi muerte hubiera cambiado la vida de muchas personas, que el hueco que ocupo en ese rincón del alma no podría ocuparlo nadie más que yo.
Vi pasar el todoterreno, se alejó de allí, seguro que pensaron que el inspector Arribas se había despertado y conducido hasta allí. Volví al coche y comprobé que se habían llevado al inspector, me había quedado sola y no me atrevía a salir fuera. Pasaron las horas y la ambulancia no aparecía, no podía dormir, recordé la historia que viví en el Camino de Santiago, así que decidí sacar un bolígrafo y una libreta del interior del maletín que llevaba el inspector Arribas y escribir bajo la tenue luz del interior del vehículo, eso me calmaría, comencé a escribir ....
... Todas las historias encierran en sí ese algo mágico que las hace especiales, especiales por la historia en sí misma o por las circunstancias de los personajes que forman parte de ella. Esta es la historia de un ‘Camino’ un tramo del Camino de Santiago que por circunstancias ajenas a la voluntad de nuestra pareja de enamorados cambia de rumbo a sólo seis kilómetros de conseguir la última etapa del camino.
Hacía meses que estaban preparando la ruta y haciendo reservas, para ella era la tercera vez que hacía una ruta del camino, una promesa hecha en silencio, y para él la primera vez.
Apenas habían transcurrido 24 horas desde el maldito cólico al riñón, dos las había pasado en el coche de la guardia civil, el único capaz de llegar hasta dónde estaban, la habían trasladado por aquellos estrechos caminos de piedra hasta la ambulancia y esta hasta el ambulatorio más cercano para que después de un penoso reconocimiento decidieran trasladarla al hospital. Había sido el día más largo de su vida y la noche más penosa tirada en una camilla de hospital en un pasillo frente a los lavabos, con el suero y los calmantes que iban entrando en su cuerpo gota a gota. En esa noche tan larga pensó en muchas cosas, en la buena y la mala suerte, en las circunstancias que nos favorecen y en las que nos entorpecen, en su hijo, en su familia y amigos; y recordó aquel teléfono móvil tan útil y a aquellos peregrinos que se paraban a preguntar y a ayudar, aquel chico con barba que la cogía las manos y decía que le mirase y se olvidara del dolor y aquel otro de la imposición de manos, esas maravillosas personas que intentaron que ese maldito dolor se atenuara o desapareciera, no recordaba sus caras porque ni siquiera las había visto, miraba sin ver, pensó en sus amigos y compañeros de viaje que habían anulado la llegada a Santiago para estar a su lado, pero sobre todo pensó en él, no se había separado de ella y apenas podría dormir aquella noche, pensó en su reacción, en su miedo, era el hombre que amaba y estaba segura que siempre amaría, la magia de su amor por él no podría romperla ningún fantasma, ya había habido otros fantasmas que lo intentaron en el pasado, y posiblemente podrían aparecer otros nuevos en el futuro, pero nunca lograrían que desapareciera esa magia, ni un millón de fantasmas amenazantes haría temblar su pasión, su gran amor. Cuándo salieron del hospital quería decirle que nunca nadie podría escribir una historia de amor tan hermosa como la que ellos estaban viviendo, le miró y supo que siempre lo compartirían.
Cuando terminé de escribir mi historia, comprobé que estaba amaneciendo, estaba entumecida, y me dolía la cabeza.
lunes, 20 de julio de 2009
El viejo molino
En el asiento de atrás estaba el inspector con dos heridas de bala, tenía que salir de allí y llevarle a un hospital, comprobé que les había despistado cuando giré a la derecha para tomar el camino del molino, pero estaba segura de que cuando llegaran a la carretera principal y no me encontraran, darían la vuelta.
Uno de los laterales del molino tenía un acceso al interior por lo que fue una puerta de entrada a un corral de animales, al fondo estaba lo que fue el molino, aún quedaban la rueda y las piedras de moler dentro de una caseta de adobes. Me dirigí hacia allí y estacioné el coche en el interior. El inspector Arribas respiraba con dificultad y aún no había recobrado el sentido; busque en el bolsillo de su chaqueta y encontré su móvil, en la 'c' de su agenda aparecía comisaría, marqué y reconocí la voz de su compañero al otro lado de la línea
¿Hola? soy Selene, ¿se acuerda de mi?
Sí claro
Estoy en un viejo molino con el inspector Arribas, le han disparado, está herido e inconsciente, manden ayuda por favor
¿Qué viejo molino? no se dónde está
Pregunte a su superior por favor, estoy al lado de la casa en la que me tenían, el sabrá de qué le hablo. Manden una ambulancia rápido, ¡por favor!
Está bien, no cuelgue, la paso con mi jefa, un momento por favor
Oí la voz de una mujer al otro lado del teléfono
¿Selene?
¿Sí?
No se mueva de donde está en menos de media hora llegará una ambulancia, yo me pongo en camino. Nos vemos en el hospital, llegaré en unas tres horas más o menos, espéreme.
De acuerdo
Debía estar cerca de una ciudad porque si podían avisar al hospital y llegar en media hora no estaría muy lejos, lo único que podía hacer era esperar y desde luego era mejor que no me moviera de allí. Ya había pasado la media hora y no aparecía nadie, cogí una linterna del salpicadero del coche y me fui hacia la entrada de la finca, nada ni nadie, el silencio me produjo un estremecimiento en todo el cuerpo; en la pared principal de la casa había un escudo de armas y algo escrito en la piedra:
Este molino data del siglo XVI como atestigua la placa impresa del exterior ... En esta ciudad a los 20 días del mes de diciembre de 1586 y en presencia del Escribano Público de dicha ciudad, se concedió el servicio de agua ....
Estaba entretenida leyendo y no me di cuenta de que se acercaba un coche, era el todoterreno, me quedé paralizada, sólo se me ocurrió ocultarme en un hueco de la puerta principal esperando no ser descubierta.
miércoles, 15 de julio de 2009
Por razones de seguridad
Aquella salita se convirtió en mi santuario, me pasaba el día allí encerrada y los pocos paseos que daba por los alrededores eran siempre al mediodía, primero por ser la mejor hora para no congelarme de frío y segundo porque a esa hora era prácticamente imposible que me encontrara con nadie. Para acceder a la casa desde la autopista había que desviarse por un sendero a unos 200 metros y nadie lo hacía porque presuponían que la casa estaba deshabitada desde hace años.
Ya había pasado una semana desde que me quedé sola, sin teléfono móvil para evitar dar señas de mi situación, mi contacto era a través de una cuenta en internet, nunca me hubiese imaginado que mi único amigo y aliado sería un ordenador, pero gracias a el no me volvía loca.
El inspector Arribas me ponía al tanto de los avances del caso a través del correo electrónico, por la mañana me había dicho que vendría por la noche para dejarme más comida y ropa de abrigo porque se iba a alargar más de lo previsto mi estancia allí, también me informó del estado de mi marido y de mis hijos para que estuviera tranquila.
Estaba sentada delante del ordenador cuando oí dos disparos, me levanté y cerré las contraventanas del balcón, el resto de la casa estaba a oscuras. Eran las nueve de la noche y estaba esperando a que apareciera el inspector Arribas con la comida y la ropa, las puertas y ventanas de la casa permanecían cerradas, sólo podía subir al desván para intentar otear el exterior desde el único hueco abierto, tendría que tumbarme y asomar la cabeza por el, tuve la sensación de que los disparos habían sido muy cerca de la casa, vi un todoterreno aparcado a pocos metros de la casa y delante de este el coche de Arribas, los dos coches estaba vacíos, agucé el oído y pasados unos segundos note el ruido de pisadas debajo de mi acercándose a la casa, no podía ver a nadie pero sí sus sombras, la de una mujer y la de un hombre, a pesar de que la noche estaba cerrada, la luna descubrió el comienzo de mi pesadilla, al lado del todoterreno estaba el inspector Arribas tirado en el suelo sin dar señales de vida.
viernes, 10 de julio de 2009
Fascículo nº 5: La foto del mueble de la entrada
Me empecé a agobiar esperando a qué mi hijo saliera del baño, preparé café e hice tostadas, necesitaba estar entretenida mientras esperaba a Guillermo. Mi marido y mi hijo Óscar seguían en la cama pero no tardarían en levantarse, esta era una de esas situaciones en las que toda la familia debía estar reunida en torno a la mesa.
El primero en aparecer en la cocina fue mi marido le dije que llamara a su trabajo y les contara que tenía un imprevisto familiar y que no podía ir al trabajo, comprendió que hablaba en serio y que realmente era una urgencia. Oí que mis hijos hablaban en el pasillo y que se dirigían a la cocina, así que puse el café y las tostadas en la mesa y me senté esperando a que todos hicieran lo mismo.
El primero en hablar fue Guillermo: Mamá, no sé en qué lío nuevo estas metida o sí es el mismo en el que creíamos que se había solucionado, pero es muy peligroso te lo puedo asegurar, he pasado los peores días de mi vida y gracias a la policía que ha estado en todo momento a mi lado no me he vuelto loco, papá y Óscar no saben nada, no quería preocuparles. Supongo que por lo que dijiste ayer el inspector Arribas te ha puesto al tanto de los negocios de tu amigo José Ángel, y no sólo trafica con diamantes por lo que he podido ver en el gimnasio. Lo que no comprendo es como has podido estar tan ciega
Mi hijo me miraba como si el mundo se hubiera vuelto al revés, ahora el cuidaba de mi, me daba consejos y me reñía, me sentí como una auténtica atolondrada. Guillermo continuó: al día siguiente de empezar a trabajar en el gimnasio me di cuenta que era una fachada para el tráfico de droga, aunque no sospeché que estaba relacionado con los traficantes de diamantes y decidí llamar al inspector Arribas para que le vigilaran, cuando le detuvieron se descubrió que no estaba casado y que la brasileña ni amante ni nada, es una más del 'grupito' de traficantes, tenían toda una red muy bien montada, funcionaban a través de los cinco gimnasios que tienen en Madrid, no fue una casualidad que te utilizaran desde el principio, pero por lo visto no eres la única han utilizado a otros y cuando finalizan la operación sí alguno les molesta se lo quitan de en medio, no dejan testigos, en eso son muy meticulosos, y tanto tú como yo somos molestos en este momento. Yo desde luego me largo de Madrid y espero que vengáis conmigo hasta que la policía solucione el caso, según el inspector Arribas están a punto de atrapar al grupito que mueve los hilos.
Escuché a mi hijo aunque nada de lo que dijo me sorprendió, por supuesto que tenían que irse de Madrid, la que no se iba a ir era yo, mi rabia traspasaba el umbral de todo lo imaginable, no me perdonaba haber sido tan estúpida y haber puesto en peligro la vida de los mios, ahora tenía que vengarme para poder seguir soportándome el resto de mi vida (corta o larga), desde luego no pensaba en huir, mi furia descontrolada no me dejaba pensar con tranquilidad, aunque tenía claro una cosa: no se juega conmigo sin sufrir las consecuencias.
Tardé más de una hora en convencer a mi familia que tenía la imperiosa necesidad de quedarme en Madrid aunque cambiara de casa, tenía que colaborar con la policía pero que para poder hacerlo ellos tenían que salir de Madrid y ponerse a salvo.
Cerramos nuestra casa y nos llevamos lo imprescindible, no sabía cuando volvería de nuevo, es más, no sabía sí volvería. Antes de salir por la puerta metí en el bolso los marcos con las fotos que teníamos en el mueble de la entrada de casa, una de mis hijos y la otra de mi marido y mía , al mirar aquella foto recordé uno de los mejores momentos de nuestra vida.
martes, 30 de junio de 2009
Cuentacuentos
Tenía en mis manos el álbum de fotos que mi madre me regaló al cumplir los dieciséis años, las imágenes me transportaron a un pasado sin penas, en todas y cada una de las fotografías de las primeras páginas había quedado pasmada una situación de auténtico gozo. Fui una niña a la que no le faltó de nada, mis padres me regalaron una infancia sin problemas, mis deseos se cumplían al instante, no tenía preocupaciones ni quebraderos de cabeza, destacaba en el colegio, con mis amigas y en mi familia sin el más mínimo esfuerzo. Con el paso de las páginas, pasaba también mi niñez y me adentraba en la adolescencia y en las ocupaciones, a partir de los doce años mi vida cambió, ¡tenia obligaciones! hasta entonces nunca sospeché que tendría obligaciones, que tendría que sentarme delante de un libro y asimilar todo cuanto leía, ni siquiera me había planteado que tenía que estudiar por obligación para conseguir aprobar unos exámenes que se me atragantaban, y mucho menos que la lectura se me hiciera cuesta arriba, yo quería seguir leyendo para meterme de incógnito en otros mundos, dejando volar mi imaginación, quería seguir jugando en la calle, ver películas con mis hermanos encerrados en aquella habitación que era tan nuestra, imitando a los actores y montándonos nuestra propia película, no comprendía porqué tenía que renunciar a todo y ponerme delante de un libro que no me gustaba, era incapaz de concentrarme en aquellos tediosos temas en pro de un futuro que no alcanzaba a ver, odiaba la tan trillada frase de: tienes que labrarte un futuro, y parece ser que eso se conseguía a través de exámenes de materias de todo tipo, mi madre no logró que tuviese interés, y quizá por eso me internaran en aquel odioso colegio donde todo eran normas no escritas y caparon mi infancia de cuajo sin anestesia, y dónde empecé a saborear la amargura de las lágrimas en silencio.
Incluso ahora me resultaba doloroso ver aquellas fotografías a partir de la página 'Selene a los doce años' porque a partir de esa página sólo había fotos de vacaciones como si el resto del año me lo hubieran robado reduciéndolo a las vacaciones, fue cuando mi vida se bifurcó, tenía dos vidas la del colegio y la de mi familia, tenía dos formas de vivir ... y tenía dos formas de pensar. A partir de aquel año fueron muchas las vidas, muchas las formas de pensar, muchas las formas de actuar y muchas las formas de vivir hasta olvidarme de mi, y era ahora que quería recuperarme y volver a ser yo con mi mundo interior, poder disfrutarme, desplegar la coraza que me aisla de los malos.
En cualquier momento me quitarían de en medio y anularían la posibilidad de llegar a esa edad en la que no tienes que dar explicaciones a nadie como decía don Julio, un maestro jubilado que vivía en una preciosa casa a las afueras del pueblo y al que visitaba todos los días cuando era una niña para saborear aquellas deliciosas galletas que preparaba su mujer y para escuchar sus historias, algunas reales y otras inventadas, yo me quedaba en silencio sentada a su lado en el jardín de la parte de atrás de la casa, a veces nos cubría la noche sin darnos cuenta y volvía a casa cuando todos estaban sentados a la mesa para la cena, mi madre me miraba y sonreía, nunca me riñó por aquello, sólo decía ' cuentacuentos, ilustranos mientras cenamos' y yo me sentía importante, la protagonista de la noche, así que no sólo contaba las historias nuevas de don Julio, también las escenificaba. Después de recoger la mesa me permitían subirme a ella para poner punto y final a la historia de aquella noche y después nos salíamos a la puerta de la calle hasta la hora de ir a la cama, mis hermanos y yo nos reuníamos con los otros chicos del barrio, algunas noches les contaba las historias de don Julio y otras mis propias historias, me aficioné a inventar cuentos sobre todo de terror para mantener vivo su interés.
Cerré el álbum y lo puse en la estantería, ya eran las 6 de la mañana, esperaría hasta las 8 que abría el gimnasio y me acercaría para hablar con José Ángel, no iba a dejar pasar ni un sólo día sin aclarar la situación, me acordé de don Julio cuando me decía: niña si agún día la situación te sobrepasa cuenta hasta 10 y actúa, y aquella noche había contado hasta 11.